Todas las personas que tienen niños, afirman sin duda que tener un hijo
es lo mejor que les ha pasado en la vida. Pero también es habitual que
reconozcan que esta experiencia tan bonita resulta también muy difícil:
el tiempo en pareja se reduce, el gasto familiar se dispara, los
horarios para comer y dormir se modifican, la atención constante al
recién nacido desgasta física y psicológicamente y deben realizarse
decenas de trámites.
Eso sin citar un aspecto crucial: el de la salud. Los niños, especialmente en sus primeros meses/años de vida, requieren de una atención médica
frecuente, más de la que necesita un adulto. Prácticamente no hay mes,
por no decir semana, en la que los progenitores no deban llevar a su
hijo al pediatra o a otros especialistas médicos.
Ante esta situación, muchos padres optan por dar de alta a su hijo en el seguro médico privado nada más nacer. Hay varias maneras de hacerlo: integrando al retoño en el seguro de salud familiar, si es que se cuenta con él, o contratando un seguro para el menor en el que el padre o la madre actúen como tomador.
Hay que destacar que cualquier hijo
puede estar asegurado desde su llegada al mundo, aunque corresponderá a
los padres hacer los deberes para solicitar el alta. Lo habitual es que
cuenten con un pequeño plazo después del nacimiento para realizar los
trámites, con el fin de que el recién nacido sea admitido por la
aseguradora y olvidarse de periodos de carencia u otras limitaciones.
Ventajas de un seguro privado para niños
La atención pública es una suerte que
tenemos en nuestro país y en líneas generales funciona correctamente y
cuenta con buenos profesionales. Ahora bien, que nuestro hijo disponga
además de la protección de un seguro de salud privado ofrece numerosas
ventajas.
La rapidez en la atención médica
es una de ellas, evitándose las saturaciones del sistema público y
habitualmente contando con un mayor tiempo de atención para cada niño.
Algo que viene realmente bien ya que las visitas al médico son
frecuentes cuando se tiene un hijo de muy corta edad.
La posibilidad de elegir al profesional
que atienda al menor, especialmente en lo que respecta al pediatra, es
otra de las ventajas, pues en el sistema público el cliente no tiene ese
margen de acción. Así se puede optar por un médico que nos ofrezca
confianza, pues será el encargado de realizar un seguimiento al pequeño
en sus primeros años de vida.
La cobertura de asesoramiento telefónico,
habitualmente 24 horas, es otra gran ventaja para los habitualmente
preocupados padres, especialmente los primerizos. Y, por supuesto, los
seguros médicos privados ofrecen una mayor atención en especialidades
como oftalmología, dermatología, otorrinolaringología, foniatría,
logopedia e incluso psicología, habitualmente con revisiones periódicas
al menor. Es cierto que las especialidades generales suelen estar bien
cubiertas por la sanidad pública, pero en el caso de otros servicios
como los anteriormente citados, aunque están disponibles, suelen
presentar mayores problemas en forma de largas listas de espera.
También hay que tener en cuenta que una póliza privada nos suele facilitar un mejor acceso a la realización de pruebas diagnósticas, amén de otras coberturas como atención de urgencias
(también disponible en el sistema público) u hospitalización en las
clínicas privadas con las que nuestra aseguradora de confianza tenga un
acuerdo.
En cuanto a la salud dental,
habitualmente un mundo aparte, aunque la sanidad pública ofrece muchos
servicios gratuitos no todos están incluidos. Contar con una completa
cobertura dental (habitualmente mediante el sistema de copago) es otra
de las posibilidades que ofrecen las pólizas de salud privadas a los
niños.
El dinero importa
Tenemos que hablar por último de un
aspecto que nos preocupa a todos: el económico. En este sentido, aunque
como es lógico contar con las coberturas que ofrece un seguro médico
privado no sale gratis, hay que destacar que los seguros familiares de
salud habitualmente ofrecen importantes descuentos a la hora de incluir a un nuevo componente en la póliza, lo que supone un importante ahorro para los interesados.
En cuanto a las primas,
la lógica impera: si en el caso de los adultos los seguros de salud
tienden a ser más caros a medida que se van cumpliendo años -al ser
mayores las posibilidades de que el cliente demande atención médica- en
el de los niños es exactamente al revés: cuando son más pequeños las
primas suelen ser más caras, aunque van decreciendo con el paso de los
años hasta la pre-adolescencia. A partir de ahí y normalmente hasta la
mayoría de edad, donde normalmente se sitúa el límite del seguro para
niños, el precio tiende a incrementarse ligeramente.
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